Los niños pueden presentar conductas molestas y disruptivas, sin que afecten de forma grave a sus vidas. Sin embargo, cuando un niño manifiesta este comportamiento de forma frecuente y persistente, sí puede suponer para el niño problemas y dificultades en su adaptación en el medio escolar, familiar y social, pudiendo afectar a su desarrollo psicológico.
Por ello, la desobediencia y la conducta agresiva en la infancia son dos de las principales quejas de los padres y educadores en la clínica infantil, apareciendo con frecuencia unidos los dos tipos de problemas.
Se entiende por desobediencia las acciones que incumplen normas y órdenes de los adultos. Según Forehand y McMahon hace referencia “a la negativa a iniciar o completar una orden realizada por otra persona en un plazo determinado de tiempo de5 a20 segundos), Sin embargo, esta definición no comprende otras situaciones que son también consideradas como desobedientes, como el incumplimiento de una norma ya establecida.
Por ello, cuando hablamos de desobediencia nos referimos a acciones que incumplen normas u órdenes de los adultos.
La desobediencia puede ir acompañada de oposicionismo que supone: rabietas, discusiones, desafíos, enfrentamientos y también de agresividad, en la que encontramos comportamientos violentos, crueles, destructivos, etc.
Cuando la conducta de desobediencia y oposicionismo es extremadamente grave recibe el nombre de Trastorno Negativista Desafiante y se caracteriza por un patrón recurrente de comportamiento negativista, desobediente, hostil, etc. dirigido a las figuras de autoridad.
Si además aparecen conductas que suponen una violación repetida de las normas de la conductas socialmente establecidas como una pauta de comportamiento estable y permanente del niño recibe el nombre de trastorno disocial.
Es decir, Las conductas infantiles inadecuadas pueden presentar cierta “normalidad” en determinadas etapas del ciclo vital. Sin embargo, cuando la magnitud, frecuencia o perseverancia en el tiempo de dichas conductas son excesivas podemos hablar de problemas conductuales y entonces sí es necesario la intervención clínica para corregirlas y prevenir problemas o trastornos más graves en el futuro como el Trastorno Negativista desafiante o el disocial.
¿QUÉ DIFERENCIA EXISTE ENTRE LA DESOBEDIENCIA Y LA CONDUCTA AGRESIVA?
DESOBEDIENCIA
Las conductas de desobediencia reiterada, oposicionismo pasivo, rabietas, etc., son muy frecuentes en los primeros años de vida. Los estudios demuestran que la presencia de conductas de desobediencia durante la infancia no es en sí mismo patológica.de hecho, el oposicionismo constituye un avance en el desarrollo evolutivo normal alrededor de los 3 años.
Así las investigaciones nos reflejan como más de 50% de los padres con niños entre 5-6 años se quejan de estas conductas, mientras que cuando el chico tiene 16 años sólo un 20% se quejan de ellas.
Son conductas además que tienden a desparecer por sí mismas con la edad. Es decir, remiten espontáneamente con el desarrollo evolutivo del niño
Por ello, es muy importante atender a la frecuencia e intensidad de estas conductas y al grado de deterioro del funcionamiento familiar y social, para establecer la difícil línea entre lo normal y lo patológico y la conveniencia de intervenir clínicamente.
CONDUCTA AGRESIVA
Al igual que ocurre con la desobediencia, también existe una conducta agresiva adaptativa durante la primera infancia, tendiendo a desparecer a partir de los 5 años. Los niños van abandonando su comportamiento agresivo y aprenden nuevos modos de expresión a través de la socialización
No obstante, en muchos casos la frecuencia y la intensidad del comportamiento agresivo es tan importante durante esa edad o su persistencia más allá de esa edad de algunas conductas agresivas que son considerados como problemas de conducta agresiva.
El repertorio conductual de un niño agresivo se caracteriza por conductas específicas tales como: destructividad, crueldad, desafío a la autoridad, irresponsabilidad, donde es frecuente pegar patadas o empujones, dar pellizcos o golpes, insultar, burlarse, amenazar. etc.
Cuando esta conducta agresiva se cronifíca y se mantiene en el tiempo podemos llegar a tener un trastorno negativista desafiante.
- Un patrón de comportamiento negativista, hostil y desafiante que dura por lo menos 6 meses, estando presentes cuatro (o más) de los siguientes comportamientos:
- A menudo se encoleriza e incurre en pataletas
- A menudo discute con adultos
- A menudo desafía activamente a los adultos o rehúsa cumplir las demandas
- A menudo molesta deliberadamente a otras personas
- A menudo acusa a otros de sus errores o mal comportamiento
- A menudo es susceptible o fácilmente molestado por otros
- A menudo es colérico y resentido
- A menudo es rencoroso o vengativo
- El trastorno de conducta provoca deterioro clínicamente significativo en la actividad social, académica o laboral
- Los comportamientos en cuestión no aparecen exclusivamente en el trascurso de un trastorno psicótico o de un trastorno del estado de ánimo
- No se cumplen los criterios de trastorno disocial, y, el sujeto tiene 18 años o más, tampoco los de trastorno antisocial de la personalidad
¿CON QUÉ FRECUENCIA OCURRE?
Es un trastorno más frecuente en niños que en niñas antes de la adolescencia, (ya que en ella, los porcentajes de jóvenes afectados se dan por igual en ambos sexos) y su prevalencia oscila entre el 2 y 16% de la población infanto- juvenil.
¿POR QUÉ OCURRE?
Existen diversos modelos que pretender explicar los problemas de conducta en la infancia. Posiblemente el más importante es el de Patterson (1982) según el cual el papel de las interacciones inadecuadas entre padres y niño, explicarían la aparición y mantenimiento de las conductas disruptivas del menor.
Según el modelo de Patterson, la conducta coercitiva de un miembro de la familia es reforzada cuando tiene consecuencia la desaparición de un estimulo aversivo que ha sido aplicado por otro miembro de la familia.
Es decir, son los factores de aprendizaje los determinantes de la ocurrencia de la conducta.
Otros autores como Moreno y Revuelta (2002) defiende otros factores como:
- Características propias de los padres: dar órdenes e instrucciones, habilidades de comunicación, pautas para establecer disciplina, etc.
- Características propias del niño: mayor o menor reactividad ante los estímulos, mayor o menor actividad motora, sesgos cognitivos, etc.
- Características propias de la interacción: problemas familiares, problemas de pareja estilos de comunicación, etc.
- Situaciones problemáticas externas a la familia: problemas económicos, laborales, de ajuste social de los padres, etc.
Y por último el modelo de Barkley (Portugal y Arauxo, 2004) añade 4 factores más como:
- Las prácticas de crianza por parte de los padres
- Características del niño o adolescente
- Características de los padres
- Factores contextuales
¿QUÉ SE DEBE EVALUAR ANTES DE INTERVENIR?
La desobediencia y la agresividad son conductas que surgen en la interacción entre el niño y las figuras de autoridad (hipótesis de la coerción), de modo que para trabajar sobre ella es necesario evaluar e intervenir en la conducta de los padres y educadores. Por ello el tratamiento se realiza paralelamente con el niño y con los padres o responsables del niño.
Lo primero que tenemos que hacer es describir la conducta con claridad y exactitud, concretando exactamente lo que pasó. No hablamos del niño “agresivo e inmaduro” sino de que es un niño que empuja y tira a su hermano cada vez que éste le quita la pelota.
No debemos caer en apreciaciones generales como la mencionada, u otras comunes como es un niño “malo”, “egoísta” etc. Son apreciaciones injustas e inexactas y por supuesto muy poco eficaces para cambiar la conducta. Por ello, antes de actuar es fundamental OBSERVAR LAS CONDUCTAS del niño y registrar su frecuencia, intensidad y duración. Esto significa que tenemos que anotar cuántas veces, cuánto tiempo, dónde ocurre, cuándo ocurre y qué ocurre después.
Para evaluar los problemas de conducta se utilizan las siguientes técnicas:
- Entrevista clínica
- Registros
- Observación directa de las situaciones conflictivas
- Cuestionarios y escalas:
- Escala de Apreciación de conductas en niños. Formulario para el profesor de Achenban y edelbrock (1981)
- Inventario de Eyberg de conducta en niños para padres (Eyberg y Ross 1981)
- Batería de Socialización (Silva y Martorll, 1983)
- Sistema de Evaluación de la Conducta de Niños y Adolescentes de Reynolds y R. Kamphaus
¿QUÉ SE DEBE HACER?
Son muchas las cosas que tienen que aprender padres y educadores para manejar las conductas disruptivas de los niños. Entre las más eficaces está aprender a saber dar atención positiva al niño. Es decir, deben saber reforzar las conductas adecuadas sin añadir reproches o comentarios sobre la conducta inadecuada.
Tienen que aprender a ignorar las conductas inadecuadas y reforzar la conducta contrarias a estas.
Son muy prácticos el programa de economía de fichas o los contratos conductuales.
También es necesario que los padres sepan dar órdenes de forma eficaz. Para ello los consejos más prácticos son:
- 1. No dar la orden como pregunta o favor
- 2. No más de una orden a la vez
- 3. Asegurarse de que el niño está atendiendo
- 4. Reducir toda distracción antes de dar la orden
- 5. No dar la orden a distancia
- 6. Pedir al niño que repita la orden
Es fundamental que paralelamente los educadores sepan como sancionar las malas conductas de forma constructiva. O sea, si sancionamos, el castigo debe ser inmediato a la conducta negativa, además de corto y acertado. Las amenazas constantes y repetitivas, tan frecuente en los padres antes de castigar, no sirven para persuadir al niño abandonar su conducta y además en muchos casos supone una fuente de refuerzo y no de castigo.
También se puede utilizar técnicas como tiempo fuera o coste de respuesta. Es muy eficaz la economía de fichas
En cuanto a la intervención con el niño, en muchos casos cuando el niño es pequeño (menos de 7 años) y no hay asociados otro tipo de problemas psicológicos como, depresión, ansiedad, problemas de habilidades Sociales, dificultades para el manejo de lra y la rabia, etc.se trabaja principalmente con los responsables de la educación del niño: padres y profesores. No obstante, en la mayoría de los casos se trabaja también con el niño para enseñarles estrategias que le permitan controlar su conducta impulsiva y los problemas clínicos que aparezcan asociados.
BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA
Caballo V. (2005). Manual para la evaluación clínica de los trastornos psicológicos. Estrategias de evaluación, problemas infantiles y trastornos de ansiedad. Madrid Pirámide
Giménez, M. (2006) Los niños vienen sin manual de instrucciones: técnicas de una superniñera para educar a tu hijo. Madrid Santillana Ediciones Generales
Herber,M. (2002). Padres e hijo. Problemas cotidianos en la infancia. Madrid Pirámide
Larroy, C. y Puente, M.L. (1995) El niño desobediente. Estrategias para su control. Colección Ojos Solares. Madrid Pirámide
Maciá Anton, D. (2007) Problemas cotidianos de conducta en la infancia. Intervención psicológica en el ámbito clínico y familiar. Colección Ojos Solares Madrid Pirámide
Larroy García, C. (2010) Mi hijo no obedece. Soluciones realistas para padres desorientados. Colección Ojos Solares .Madrid Pirámide
Ramos, Paul, R. y Torres Cardona, L. (2012). Niños desobedientes, padres desesperados: el método par que tu hijo te haga caso a la primera. Madrid Santillana
Forehand, Rex y long, N. (2011). El niño rebelde. Madrid ediciones Medici. SA