En psicoterapia es prácticamente imposible no realizar intervención sobre aspectos de la personalidad del paciente en algún momento del proceso terapéutico. De hecho, en terapia cognitivo-conductual es muy importante el patrón de pensamientos, sentimientos y conductas que pertenece a una persona, que tiende a ser estable a lo largo del tiempo y de diferentes situaciones, pues determina la respuesta a los acontecimientos vitales, tiene que ver con las vulnerabilidades personales y con la colección de estrategias para afrontar situaciones estresantes y problemas de la vida diaria. Esto se hace más patente cuando la persona que acude a consulta presenta dificultades que tienen relación con su forma de ser, de tomarse las cosas, relacionarse, pensar sobre sí mismo y los demás.
Ese patrón estable de características psicológicas muy arraigadas y difíciles de cambiar, que se expresan en todas las áreas de funcionamiento de la persona, es la personalidad. Debemos decir que la personalidad es un continuum y no es fácil establecer un punto que separe de forma definida lo normal de lo patológico. Cuando los rasgos de personalidad se encuentran hacia el extremo del continuum hablamos de Trastornos de la Personalidad, es decir, rasgos inflexibles y desadaptativos, omnipresentes, de inicio temprano, resistentes al cambio y que provocan malestar clínicamente significativo o deterioro funcional.
Se ha llamado a la personalidad el sistema inmunológico de lo psicológico que tiene como función resistir activamente la influencia de los estímulos externos. Trabajar en terapia con un trastorno de la personalidad requiere mucho tiempo ya que se trata de revisar y generar modificaciones en hábitos y rasgos establecidos a lo largo de toda una vida, que además se han cimentado bajo la influencia de factores temperamentales y caracteriales. En este punto debemos también definir las diferencias entre estos tres términos frecuentemente confundidos y mezclados entre sí. El temperamento esta relacionado con los aspectos biológicos y heredados y condicionará la forma en la que respondemos a los estímulos y las experiencias, tendría que ver con el estado de ánimo habitual de la persona y con todo lo que se relaciona con lo constitucional, es decir, la bioquímica, la endocrinología y la neurología. El carácter se conecta con el aprendizaje y la experiencia, un conjunto de hábitos adquiridos y dirigidos por los aspectos sociales y morales. La combinación de estos dos elementos darían forma a la personalidad.
En términos generales hay patrones de personalidad egosintónicos y patrones egodistónicos. Los primeros pertenecen a personas que tienden a “hacer sufrir a los demás”, no son conscientes de sus dificultades, presentan siempre problemas en las relaciones sociales y culpan a los demás de sus dificultades. Tienen problemas laborales y muchas dificultades para tener relaciones afectivas duraderas y de calidad. Es por esa atribución externa de sus dificultades y por la incapacidad para reconocer sus errores en la forma de percibirse, percibir a los demás y el mundo, que no piden ayuda y responden peor a los tratamientos psicológicos y farmacológicos.
Los egodistónicos, por el contrario, son conscientes de sus dificultades, sufren, se sienten desgraciados y les gustaría ser de otra manera, por ello suelen pedir ayuda y se benefician más de los tratamientos convencionales.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) reúne los trastornos de la personalidad en tres grupos:
El grupo A incluye los trastornos que sufren personas con apariencia rara o excéntrica: trastorno paranoide, esquizoide y esquizotípico de la personalidad.
El grupo B describe trastornos en sujetos que tienen tendencia a tener actitudes dramáticas, excesivamente emotivas o inestables. incluye este grupo B los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista de la personalidad.
El grupo C incluye a personas que suelen padecer ansiedad y mostrarse miedosos y evitativos. Este grupo incluye los trastornos de personalidad por evitación, por dependencia y obsesivo-compulsivo.
Características del Grupo A:
1. Trastorno paranoide de la personalidad: se caracteriza por un patrón de desconfianza y suspicacia que hacen que se interpreten maliciosamente las intenciones de los demás. Temen que los demás se aprovechen de ellos o les engañen y tienen una tendencia acusada a interpretar detalles sin importancia como señales de las malas intenciones de los otros. La ira, el rencor y los celos son emociones frecuentes e intensas.
2. Trastorno esquizoide de la personalidad: es un patrón de desconexión de las relaciones sociales y de restricción de la expresión emocional en las relaciones interpersonales. No desea ni disfruta de las relaciones, es solitario, sexualmente inactivo, con incapacidad para disfrutar de actividades reforzantes.
3. Trastorno esquizotípico de la personalidad: consiste en un patrón de malestar interno en las relaciones personales, distorsiones cognoscitivas o perceptivas y excentricidades de comportamientos y apariencia. Son proclives a las distorsiones cognitivas y perceptivas en relación con creencias extrañas (superstición, clarividencia, telepatía, etc.). Pueden aparecer síntomas cuasipsicóticos, ideación paranoide y episodios psicóticos transitorios.
Características del Grupo B:
4. Trastorno antisocial de la personalidad: consistente en un patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás, es decir, posee rasgos relacionados con la insensibilidad y la falta de sentimientos de culpa, la manipulación y la agresión. Las dificultades para seguir las normas, la impulsividad y la agresividad les llevan, con frecuencia, a problemas con la justicia.
5. Trastorno límite de la personalidad: se asienta en un patrón de inestabilidad de las relaciones interpersonales, su autoimagen y sus afectos, además de una notable impulsividad. Son personas con muy baja autoestima y sentimientos crónicos de vacío; con comportamientos, intentos o amenazas de suicidio o conductas autolesivas y una gran inestabilidad emocional con rápidos cambios de humor. Las relaciones se basan en la fantasía y en la dependencia excesiva, así como en un miedo al rechazo o abandono.
6. Trastorno histriónico de la personalidad: consiste en presentar un patrón de emotividad excesiva y de demanda de atención constante. Con tendencia a llamar la atención, suele mostrar una actitud sexualmente provocadora o seductora, es superficial y exagerado en la expresión emocional. Teatral y sugestionable, considera sus relaciones más íntimas de lo que son en realidad.
7. Trastorno narcisista de la personalidad: el sujeto presenta un patrón de grandiosidad, necesidad de admiración y gran falta de empatía. Se considera superior a los demás, tiene fantasías de éxito, poder, belleza. Es interpersonalmente explotador, carente de empatía y soberbio.
Características del Grupo C:
8. Trastorno de la personalidad por evitación: es un patrón de inhibición social, sentimientos de incompetencia e hipersensibilidad a la evaluación negativa. Se sienten ansiosos, inferiores, socialmente ineptos y poco atractivos, por lo que se avergüenzan con facilidad. Son muy sensibles a las críticas y al rechazo. Carecen de habilidades sociales, tienden a culparse por las cosas negativas y tienen dificultades para expresar sus deseos o emociones.
9. Trastorno de la personalidad por dependencia: consiste en un patrón de comportamiento sumiso relacionado con una excesiva necesidad de ser cuidado. Tiene gran dificultad para tomar decisiones y deja en manos de otros la responsabilidad en las principales parcelas de la vida no mostrando desacuerdo con los demás por temor a la pérdida de apoyo o aprobación. Tiene temor a la soledad y a ser abandonado por su creencia exagerada de ser incapaz de cuidar de sí mismo, por lo que si termina una relación significativa busca urgentemente otra que le de la seguridad y apoyo que necesita.
10.Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad: comporta un patrón de excesivo de preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control. Tienen preocupaciones intensas por el tiempo transcurrido, la puntualidad, los horarios y las normas. son rígidos y poco espontáneos. presentan un excesivo sentido del deber y la necesidad de completar todas las tareas meticulosamente lo que puede llevarles al colapso y parálisis de la conducta con lo que las tareas frecuentemente no pueden completarse. Con dificultad para expresar emociones puede mostrar gran inseguridad, falta de confianza en sí mismo y culpa o vergüenza por las deficiencias y fallos reales o percibidos en su comportamiento.
Como afirma Millon, la presencia de un trastorno de la personalidad genera, por definición, una vulnerabilidad psicológica que no sólo predispone al individuo a desarrollar un trastorno clínico, sino que complica el curso del trastorno cuando éste existe. Éste, a su vez, genera niveles de estrés y ansiedad que mantienen debilitado crónicamente el “sistema inmune”, prolongando la duración del trastorno clínico e incluso obstaculizando la recuperación. Tratar el trastorno clínico sin tratar el trastorno de personalidad es lo mismo que neutralizar los síntomas sin tratar la enfermedad.
Con el enfoque anterior, que compartimos completamente, se observa la importancia que tiene la personalidad en el tratamiento de los trastornos clínicos. En lineas generales el proceso terapéutico se focaliza sobre el trastorno clínico y, generalmente, se entremezcla con estrategias dirigidas a los patrones rígidos y desadaptativos que son el terreno sobre el que se asienta el trastorno clínico. Por otro lado, si tenemos en cuenta el concepto de vulnerabilidad, tratar el trastorno de la personalidad es muy importante en la prevención de recaídas. Los pacientes que presentan trastornos de ansiedad o depresión, por ejemplo, tendrán generalmente más probabilidades de recaer a largo plazo si no trabajan aspectos problemáticos de su personalidad. La terapia deberá entonces enseñar a los pacientes a entender el funcionamiento de su trastorno clínico, qué estrategias utilizar para superarlo, como se relaciona su personalidad con el trastorno y cómo aspectos de su personalidad junto con factores estresantes suponen una sobrecarga que desborda sus defensas y le llevan a la ansiedad o depresión.
En próximos artículos podremos centrarnos en los aspectos relevantes en el tratamiento cognitivo-conductual de los distintos trastornos de la personalidad.