Los menores ya no son sólo víctimas de la pornografía infantil, ahora también producen y difunden esas imágenes.
Ya no son sólo víctimas. Los menores también planifican, graban, distribuyen y consumen los vídeos pornográficos de los que son protagonistas. Varios casos han sido noticia en España en los últimos meses. Uno de los más graves lo ha protagonizado una menor de 13 años que tomó como modelo a una niña de sólo tres para grabar imágenes de contenido sexual. Otros menores de entre 14 y 15 años le animaron y dieron las instrucciones para montar esa película erótica. El vídeo corrió primero por los móviles de los niños a través de la mensajería instantánea y fue colgado después, al dar el salto a internet, en YouTube. Se arrestó a seis menores, aunque a la autora de la grabación, cuyos padres eran amigos de la familia de la niña de tres años, no se le podrá imputar ningún delito pues es menor de 13 años.
El adolescente no busca lo mismo que los adultos en el consumo del material pornográfico
Semanas antes de conocerse este caso fueron arrestados, en abril, dos menores en Maó. Son los autores de otro vídeo pornográfico en el que participaron niños de edades comprendidas entre los 12 y 15 años. En una de esas secuencias, prueba de un grave delito, algunos de esos menores agreden sexualmente a una niña de 13 años. El consumo de este tipo de imágenes de contenido sexual, grabado y protagonizado por niños, también fue el motivo de la detención, hace
unas semanas, de otros seis menores en Castellón y Cádiz.
Es la nueva cara, la más peligrosa de lo que se conoce como sexting, intercambio de imágenes de contenido erótico entre adolescentes y menores.
¿Hay que preocuparse? Óscar de la Cruz, comandante de la Unidad Telemática de la Guardia Civil, recalca que “el comportamiento de estos menores que producen, difunden y consumen estas imágenes es, de momento, muy diferente al de los adultos que almacenan y distribuyen esos mismos vídeo”. Estos últimos, añade De la Cruz, “buscan un disfrute sexual con ese consumo, mientras que la mayoría de menores que entran en este mundo lo hacen para experimentar y satisfacer su curiosidad sobre todo lo que rodea al sexo”. Desde esta unidad de la Guardia Civil se ha constatado, además, que muy pocos menores almacenan una gran cantidad para consumirlas en momentos determinados o intercambiarlas con otras personas: su actividad en este mundo, revela De la Cruz, raras veces va más allá de su entorno. Nada que ver, pues, con lo que pasa en estos temas con los adultos.
Las fotos y vídeos grabados por los menores se difunden sólo dentro de su entorno
Ángeles Esteban, doctora en psicología, criminóloga y especializada en la adolescencia, comparte la tesis de De la Cruz: “el consumo que el adolescente o preadolescente hace de dichas grabaciones pornográficas varía mucho del consumo adulto”, afirma. Y añade que el menor “suele buscar en esas imágenes un modo de acceder al conocimiento sexual, más que la excitación, que es lo que caracteriza el consumo en los adultos”.
En unos términos similares se expresa Samuel Fernández, psicólogo del departamento de adolescentes de Cinteco. “Los motivos que pueden llevar a un me menor a producir, difundir o consumir este tipo de imágenes pueden ir desde la búsqueda de aprobación social, la exhibición, participar o descubrir nuevas experiencias, hasta la simple diversión o la necesidad de impresionara otros adolescentes de su entorno, ligar o simplemente coquetear”, afirma Fernández. Este psicólogo recuerda que “en la adolescencia concurren una serie de circunstancias que hacen a los menores más propensos a la sobreexposición en temas sexuales, tales como la necesidad de autoafirmación, de definición sexual y de pertenencia a un grupo”. Lo que ocurre ahora es que las nuevas tecnologías se han convertido en una peligrosa arma, si se hace un mal uso de ellas, para esa manifestación de la sexualidad o necesidad de descubrir y experimentar. Sin esos teléfonos dotados de cámaras para grabar imágenes y los canales de mensajería instantánea que permiten difundir, casi en directo, los vídeos y fotos “muchos de esos casos protagonizados por niños jamás se habrían producido”, coinciden en afirmar estos dos psicólogos.
Penas de cárcel por la mera tenencia
En España está penada, en el Código Penal, la mera tenencia en un ordenador de material pedófilo. La condena puede ir de los 3 meses de arresto hasta el año de cárcel. Utilizar a menores para elaborar material pornográfico está castigado con hasta 5 años de cárcel, y si estos tienen menos de 13 años la pena establecida puede llegar a los 9 años de prisión.
“En esta época de búsqueda de identidad, identificación con el grupo de referencia, descubrimiento del mundo, apertura a nuevas experiencias, incluidas las sexuales, las nuevas tecnologías sirven de potente vehículo de información y conexión entre ellos”, indica Samuel Fernández. “Los menores –añade– tienen acceso a muchísima información sexual de una forma rápida, fácil, en cualquier lugar y a cualquier hora, donde pueden descubrir contenidos sexuales explícitos desde una temprana edad”.
Lo que hacen las nuevas tecnologías, si se compara lo que ocurre ahora con lo que pasaba sólo dos décadas atrás, es que estos canales “son el medio perfecto para amplificar estas experiencias sexuales en la adolescencia”, continúa Samuel Fernández. El problema llega cuando se pasa de la lógica curiosidad propia de estas edades a la elaboración de vídeos con altas dosis de erotismo o sexualidad. En algunos de estos casos, advierte Ángeles Esteban, tras la difusión de esas imágenes se esconden casos de bullying o ciberacoso. “Ocurre cuando ese material se obtiene con el único objetivo de hacer daño al protagonista de esos vídeos o fotos. Para alcanzar ese objetivo las grabaciones e imágenes se hacen correr en el entorno del menor afectado”, indica esta psicóloga. El adolescente raras veces es consciente de que ese material puede quedar para siempre en la red.
LA BÚSQUEDA DEL DELITO EN LA RED: Imágenes al descubierto
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La irrupción de los menores en la producción y difusión de imágenes pornográficas de niños ha abierto un nuevo frente entre los agentes encargados de descubrir ese material y perseguir el delito. La suerte, para esos investigadores y, sobre todo, las víctimas de esas fotos y vídeos, es que esas imágenes son muy fáciles de detectar. En la mayoría de los casos descubiertos los últimos meses, el material de contenido sexual con menores corrió por canales de mensajería rápida y su difusión pudo ser abortada antes de que fuese demasiado tarde. Nada que ver con las medidas adoptadas por los pedófilos y consumidores adultos de pornografía infantil, que se mueven en las zonas más profundas de la red para evitar ser detectados. Mucho de ese material que corre entre los teléfonos móviles de menores o los canales que utilizan en las redes sociales no interesa, sin embargo, al adulto que busca material mucho más duro para satisfacer sus deseos. Lo cuenta Óscar de la Cruz, comandante de la unidad telemática de la Guardia Civil.
“En la mayoría de casos las fotos que se intercambian los menores no pasan de ser imágenes
con torsos desnudos o poses eróticas. Y eso apenas interesa a los adultos consumidores de este tipo de material”. Pero por muy inocentes que sean esas fotos o vídeos, el daño que pueden causar a sus protagonistas, una vez colgadas en la red, puede ser irreparable.
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A escala nacional, la Guardia Civil y la Policía Nacional destinan muchos medios en la detección de ese tráfico de material pornográfico de menores por internet. Los grupos especializados en este cometido de ambos cuerpos policiales iniciaron su andadura a mediados de los años noventa. Ahora todo es más fácil, indica Óscar de la Cruz, gracias a la colaboración ciudadana. Cada día son más los internautas que contactan con las páginas de la Guardia Civil y la Policía Nacional para alertar de la detección de este tipo de material. La colaboración con otras policías del mundo está dando, asimismo, muy buenos resultados. Ya no es extraño, por ejemplo, que una investigación iniciada en España acabe con la detención de pederastas y pedófilos en la otra punta del planeta. Y es que para internet no hay barreras ni fronteras.
Y un consejo para evitar sustos: cuando se detecta un archivo con pornografía infantil jamás hay que reenviarlo ni al entorno más cercano para informar del hallazgo. Lo que hay que hacer es ponerse en contacto con la Guardia Civil y Policía e informarles del lugar en el que se han encontrado esas imágenes o vídeos.
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