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La aplicación de la hipnosis clínica en el tratamiento del dolor

La hipnosis clínica ha demostrado ser una herramienta útil en el tratamiento de una amplia variedad de problemas psicológicos y médicos. Una de las áreas de aplicación de la hipnosis con mayor evidencia empírica de su eficacia, es en el manejo del dolor, tanto agudo como crónico, permitiendo además, obtener resultados beneficiosos para el paciente en menos tiempo que programas de tratamiento que no incorporan esta técnica.
 
Las técnicas hipnóticas pueden ser administradas en el tratamiento de múltiples tipos y formas de dolor, ya que se ha demostrado su utilidad para el tratamiento de:
 

  • Dolor agudo: Es un dolor que se produce como consecuencia de una estimulación nociva (herida, procedimiento médico, enfermedad). Nos referimos al dolor relacionado con procedimientos odontológicos, tratamiento en quemaduras, procedimientos quirúrgicos, procedimientos radiológicos, dolor del parto….

 

  • Dolor crónico: Es un dolor que procede de una herida o de una enfermedad que provoca con el tiempo, una estimulación nociva repetitiva, que puede implicar un dolor constante en algunos casos, como el dolor oncológico, migrañas y cefaleas, colon irritable, artritis reumatoide, osteoartritis, dolor lumbar, fibromialgia…

 
 
Históricamente, la hipnosis se comenzó a desarrollar y utilizar en el manejo del dolor agudo, ya que en el siglo XIX, se extendió poco a poco su uso en las salas de operaciones. El cloroformo y el éter aún no se habían descubierto y las operaciones se realizaban sin anestesia, por increíble que esto nos pueda parecer ahora. En 1850, Esdaile, utilizó la hipnosis para conseguir efectos anestésicos en intervenciones quirúrgicas mayores, lo que suponía una alternativa para los angustiados pacientes. Desde entonces, se han escrito infinidad de artículos en los que se describen operaciones con anestesia hipnótica o autohipnosis como único analgésico. No obstante, tras el descubrimiento de los anestésicos químicos, la hipnosis quedó en desuso en el tratamiento del dolor. Hoy sabemos que es una técnica que puede ser muy útil como complemento a otras en casos en los que el dolor es una parte relevante de la sintomatología del paciente.

En este artículo, nos referiremos especialmente al dolor crónico y repetitivo. El dolor relacionado con algunas enfermedades, en ocasiones,  no  remite ni mejora  con un tratamiento médico, como sucede, por ejemplo, con la migraña, enfermedades reumatoides, artrosis o brotes de fibromialgia que implican una estimulación nociva recurrente y continua. En estos casos, en los que los tratamientos médicos no son capaces de reducir el dolor de forma significativa, se suele recurrir a la intervención psicológica.
 
Hay que tener en cuenta que la persona que padece un dolor recurrente necesita  una intervención que elimine o reduzca su dolor, pero que a la vez, no suponga una reducción de su nivel de actividad, potencie los tratamientos médicos que esté recibiendo y le permita utilizar herramientas propias, de modo que adquiera mayor independencia del médico y  aumente su nivel de autoconfianza. Podemos emplear técnicas hipnóticas para tratar el dolor consiguiendo analgesia hipnótica con el fin de mejorar la calidad de vida del paciente y su autonomía personal.
Para comprender los efectos que las técnicas hipnóticas nos pueden aportar, hemos de entender el concepto de hipnosis, que podemos definirlo como un estado natural de concentración focal, activa y atenta unido a un estado de relativa desconexión de la atención periférica a los estímulos ambientales irrelevantes, que permite que la persona hipnotizada utilice al máximo sus capacidades innatas para controlar y cambiar la percepción, la memoria y las funciones somáticas, normalmente involuntarias, aumentando el autocontrol sobre su conducta, sus percepciones y su cognición. En el caso del control del dolor, sin duda, los cambios más importantes son los que tienen que ver con el funcionamiento físico, en concreto, con respecto a los cambios en la percepción, ya que en hipnosis, se pueden  experimentar sensaciones que de otra manera no se percibirían (sensaciones “positivas”, como cosquilleo o calor), así como se pueden no percibir sensaciones que, de otro modo, se percibirían (sensaciones “negativas” como el dolor en sí mismo). La capacidad de modificar la percepción permite el desarrollo de la analgesia o de la anestesia hipnótica.
Con anestesia nos referimos a la ausencia de sensación mientras que la analgesia sería la ausencia de dolor, pero no de sensación. En general, las técnicas hipnóticas nos van a permitir desarrollar analgesia más fácilmente que anestesia hipnótica, ya que para conseguir ese efecto, el sujeto debe puntuar como altamente sugestionable para poder beneficiarse de este efecto.
La hipnosis debe emplearse dentro de un marco terapéutico cognitivo-conductual, cuyos objetivos, suelen ser, no solo la reducción del dolor, también la reducción de la medicación, el aumento de la actividad y ejercicio físico y la reducción de la ansiedad y la depresión.
 

ASPECTOS A TENER EN CUENTA EN UNA INTERVENCIÓN CON HIPNOSIS

 
Cuando un paciente acude a consulta psicológica buscando ayuda para manejar su dolor, hemos de tener en cuenta múltiples aspectos a evaluar y valorar, especialmente, si vamos a emplear la hipnosis como herramienta en su tratamiento.  Hay que dejar claro desde el principio, que la hipnosis va a ser utilizada integrada dentro de una intervención terapéutica más amplia y que el empleo de la hipnosis no va a ser algo mágico que en una sesión le elimine por completo su dolor. Asimismo, hay que adecuar el procedimiento hipnótico a las características individuales del paciente con el fin de facilitar su ajuste a la técnica. Hemos de contemplar los siguientes aspectos:
– La experiencia de dolor
 
Para evaluar adecuadamente el dolor, hemos de considerar diferentes dimensiones o componentes que conforman la experiencia dolorosa:
 

  • El componente sensorial del dolor proporciona información sobre su localización y su calidad sensorial (por ejemplo, si se trata de un dolor o de un hormigueo, si es agudo o sordo, intermitente o continuo…).

 

  • El componente afectivo del dolor hace referencia a la preocupación que el dolor nos causa, es decir, la interpretación del dolor. En qué medida nos afecta el dolor está en función de lo que el dolor significa para nosotros.

 
Comprender esta distinción entre estos dos componentes es fundamental en relación al tratamiento, ya que no tiene por qué existir correspondencia entre ellos. Por ejemplo, durante el parto, es probable que la mujer experimente un dolor intenso sensorialmente, pero que no le genere sufrimiento, al considerarlo dentro “normal” en el proceso “feliz” del alumbramiento. Por otro lado, podría suceder que un dolor sensorialmente puntual, como el de una prueba médica dolorosa, no sea muy intenso, pero si se vive con preocupación y angustia (si forma parte de un proceso oncológico, por ejemplo), genere sufrimiento.
 
–  Evaluación del paciente y de su  experiencia de dolor
 
Debemos explorar aspectos relacionados con las dimensiones sensoriales y afectivas del dolor. Para ello, hay que evaluar:
 

  • La queja del paciente: Historia del problema y estado actual, el diagnóstico médico, si lo hay y la medicación (analgésicos, antidepresivos,…) o tratamientos que recibe.

Es importante valorar la interpretación que hace el paciente de su dolor, si le parece manejable o no, las consecuencias que le acarrea y las que considera que pueden aparecer en el futuro, es decir, qué significado tiene para él su dolor.
 

  • Evaluación psicológica general del paciente: valorar su estilo personal, sus expectativas y actitudes respecto al tratamiento, y como decíamos antes, su actitud hacia la hipnosis. Es conveniente recoger información acerca de su historia previa al problema, si existían problemas psicológicos y psiquiátricos previos, su entorno psicosocial, si el paciente se encuentra deprimido o tiene trastornos de ansiedad, si el sueño está alterado. Se recomienda realizar alguna prueba psicológica sencilla para tener una visión global del paciente, como por ejemplo, alguna prueba de personalidad, de control de síntomas, de depresión,…etc

 

  • Estilo de vida y alternativas al dolor: Evaluaremos si el paciente ha realizado una reducción de sus actividades o hay, por ejemplo, un exceso de reposo, así como si le afecta al sueño o el dolor le hace despertarse por la noche.

Valorar los posibles beneficios secundarios asociados al dolor y el impacto en el paciente si se produjese con el tratamiento, una pérdida de estos beneficios.
Además, es relevante aclarar qué alternativas hace el paciente cuando le duele, qué conductas realiza en esos momentos, si puede mejorar su dolor de algún modo y la sensación que le genera.
 

  • Dónde duele: Intensidad y localización del dolor, si es posible, conviene poder definirlo con adjetivos que lo califiquen (si es un dolor sordo o agudo, como un pinchazo o continuo,…). Para ello es útil utilizar un diario de dolor a modo de autorregistro, donde figuren los antecedentes, las características del dolor y las conductas de dolor, así como los consecuentes, para intentar establecer las relaciones que puedan existir, entre los aumentos y descensos de dolor. Es recomendable utilizar una escala numérica de “Unidades Subjetivas de Dolor”, de 0 a 10, donde 0 es la ausencia de dolor, y 10, es la intensidad máxima de dolor que se ha experimentado. En estos casos, se puede recoger la información mediante algún cuestionario psicológico sencillo, como el Cuestionario de Dolor de McGill (1975). Valorar si hay algo que lo mejore o lo empeore, o alguna postura que le alivie.

 
 
– Actitud del paciente hacia la hipnosis y receptividad a la sugestión.
 
Para emplear hipnosis en el manejo del dolor, debemos tener en cuenta algunos aspectos previos:
 

  • Es importante clarificar y discutir muy bien los mitos sobre la hipnosis y sus preocupaciones  y expectativas en torno al tratamiento. Es frecuente en la población general, ideas incorrectas con respecto a la hipnosis, como que es una situación en la que uno pierde la voluntad, está dormido o puede quedarse “colgado” en una sesión de hipnosis… Aclarar estas cuestiones es clave al inicio de la intervención.

 
Con respecto a la introducción de la hipnosis, hay diferentes formas de aproximar al paciente al tratamiento, dependiendo de sus características, utilizaremos unas u otras. Por ejemplo, a veces, la palabra hipnosis puede ser desconcertante, por lo que puede resultar útil evitar esta palabra y utilizar términos más operativos y concretos, verbalizando frases del tipo: “Vamos a utilizar ahora, su capacidad para imaginar con el objetivo de ayudarle a manejar su malestar”. La idea es transmitirle al paciente que él mismo, de forma natural, tiene el poder de utilizar una capacidad o herramienta mental  propia para conseguir un objetivo.
 

  • Evaluar si el paciente va a ser capaz de tolerar la intimidad emocional, asociada al tratamiento hipnótico. Para ello, hemos de trabajar la confianza y un buen rapport con el paciente. Simplemente el hecho de pedirle a alguien que cierre los ojos, para algunas personas, supone una dificultad, por lo que es importante ir introduciendo la técnica y sus aclaraciones pertinentes poco a poco, tal y como hemos comentado en el punto anterior.

 

  • Valorar si el paciente está dispuesto a asumir la responsabilidad de su tratamiento. El empleo de estos métodos para la reducción del dolor exige un esfuerzo activo por parte del paciente, ya que muchas veces va a requerir un uso frecuente de la autohipnosis en su vida cotidiana, es decir, la continuación y efectividad a medio plazo del tratamiento, va a depender del sujeto y su constancia en el uso de las diferentes estrategias.

 

  • Evaluación de la receptividad a la sugestión: Para valorar la idoneidad del paciente respecto a las técnicas hipnóticas, es necesario evaluar su capacidad para responder a las sugestiones, que conforman lo esencial del procedimiento con hipnosis clínica. Lo ideal es poder combinar alguna prueba estandarizada, como el Inventario de Sugestionabilidad (I.S.) de González-Ordi (1999) y alguna prueba de ejecución, en la que el paciente realiza diferentes ejercicios de sugestión, como podría ser la Escala de Sugestionabilidad de Barber (1978). En este punto, quizá antes de aplicar esta escala de ejecución, es conveniente realizar algún ejercicio sencillo, como el péndulo de Chevrel, en el que se le facilita al sujeto un péndulo agarrado a una cadena ligera que debe sostener con una mano, mientras piensa que debe moverse en una dirección determinada. Este es un ejercicio relativamente sencillo, en el que casi todas las personas con una alta probabilidad, logran conseguir que el péndulo se mueva, por lo que es útil iniciar los ejercicios de ejecución con esta prueba, ya que aumenta la percepción de autoeficacia del sujeto y se incrementa su sugestionabilidad de cara a otros ejercicios. Los mayores beneficios con hipnosis se obtienen con sujetos medios y altamente sugestionables. Con estos últimos, será más sencillo poder evocar sensaciones de anestesia, mientras que con sujetos que puntúen más bajo, en general, podremos evocar más fácilmente sensaciones de analgesia hipnótica.

 
En breve publicaremos la segunda parte del artículo.

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