José Carrión Otero como coordinador del Área de Asistencia Psicológica y/o Psiquiátrica en la Adolescencia, nos propone una reflexión sobre el papel del psicólogo clínico como mediador entre el adolescente y sus padres.
La demanda de atención psicológica con adolescentes que presentan conflictos en la relación con sus padres, se está configurando como uno de los principales motivos de consulta en la actualidad. Señales como el fracaso académico, la no aceptación de límites, la agresividad y el consumo drogas llevan a los padres a solicitar nuestra intervención, desde la incomprensión y la desesperanza que les produce el comportamiento de sus hijos sobre los que dicen haber perdido cualquier capacidad de maniobra.
La primera dificultad de la intervención estriba en el establecimiento de objetivos realistas que pueden incluir o no el trabajo directo con el adolescente, las posibilidades de intervención aumentan sí ellos participan pero es posible trabajar exclusivamente con los padres y/o convivientes para modificar las conductas de sus hijos no deseadas a través del manejo adecuado de las consecuencias de las mismas. Los padres pueden aprender a resolver con eficacia los conflictos, el establecimiento de límites, las habilidades de comunicación y negociación; así como la resolución de objetivos personales y la recuperación del control emocional.
Psicólogo clínico como mediador entre el adolescente y sus padres
Cuando el adolescente se incorpora al tratamiento, lo primero que conviene definir es su percepción del problema, es fácil encontrar pacientes convencidos de que su actitud y su comportamiento son perfectamente «normales» y que los conflictos se deben a la incomprensión por parte de sus padres. Se trata de pacientes que no presentan necesariamente psicopatología, más bien dificultades de adaptación o trastornos de conducta que suelen cursar con impulsividad, fácil frustración y bajo umbral para la descarga de respuestas agresivas. Su actitud frente a la terapia suele ser resistente y de escasa colaboración, en ocasiones, perciben al terapeuta como un aliado de sus padres. La figura y el rol del psicólogo clínico deberán definirse desde el primer momento para que el adolescente y sus familiares nos atribuyan la capacidad de negociar objetivamente en los conflictos y en las demandas de cada uno de ellos.
Una vez configuradas las claves de la intervención pasaremos al establecimiento de objetivos terapéuticos y al diseño de las estrategias de intervención, una «secuencia tipo» podría incluir:
• Desbloqueo de la situación de conflicto.
• Negociación de mínimos y control de conductas agresivas.
• Establecimiento de objetivos consensuados.
• Reparto de roles y tareas entre los padres.
• Control de variables cognitivas.
• Manejo de contingencias.
• Habilidades de comunicación.
• Establecimiento de límites.
• Desarrollo de objetivos ulteriores: actividad académica o profesional, control sobre el consumo de drogas y otras conductas disruptivas, etc.
• Coordinación interprofesional: orientadores y tutores académicos, mediadores sociales, médicos, etc.
• Seguimiento de objetivos y diseño de las claves para gestionar el alta.