Manuel Morillas Urda , experto en el tratamiento con adultos de los trastornos de ansiedad y los trastornos del estado de ánimo, aporta su visión sobre la Fobia Social y las claves para la intervención.
Partiendo del concepto central en todos los problemas fóbicos que el miedo a las situaciones temidas es irracional, y así es reconocido por las personas que lo sufren, en la fobia social, lo que se teme, es que lo que los demás piensen de uno es terrible y debe ser evitado a toda costa. El temor central es, por tanto, la preocupación por ser evaluado por otras personas, mostrar signos de nerviosismo o ansiedad que los otros percibirán, y actuar de una forma vergonzosa o inapropiada.
Parece ser la adolescencia la edad de inicio más frecuente del trastorno, aunque en otras ocasiones tiene un inicio más temprano (la segunda infancia) o más tardío (a mediados de la edad adulta). La incidencia por sexos parece similar, afectando a entre un 1,2% y un 2,2% de la población.
Las vías de adquisición de la fobia social parecen ser variadas. Puede predisponer una historia de timidez o inhibición social en la infancia, un trauma social intenso (por ejemplo, una experiencia de humillación o estrés fuerte en una situación social), o carencias en el repertorio de habilidades sociales que producen, por una mala actuación debida a la inhabilidad, ansiedad y temores anticipados cada vez más fuertes. Esta anticipación ansiosa lleva a la evitación de las situaciones temidas, lo que hace que cada vez se sienta más ansiedad ante ellas. Precisamente, la fuerte ansiedad anticipatoria que se da en la fobia social hace que las personas que la padecen se vean muy interferidas y preocupadas durante largos periodos de tiempo, sobre todo cuando saben que tienen que enfrentar una de las situaciones que temen.
Típicamente, las situaciones temidas y evitadas son hablar en público, comer o beber delante de otros, las personas a las que se les da cierto nivel de autoridad (intelectual, económica y/o social) y cualquier situación en la que los demás puedan observar síntomas de nerviosismo (enrojecimiento, sudor, temblor, etc.).
Cuando los síntomas físicos de ansiedad (palpitaciones, temblores, sudoración, taquicardia, sequedad de boca, tensión muscular, diarrea, enrojecimiento, etc.) son muy fuertes, la persona con fobia social puede tener un ataque de pánico.
Cuando la situación temida y evitada es una sola (por ejemplo, firmar o escribir delante de otros, hablar en público), la fobia social se denomina específica o simple.
Existe otro grupo de pacientes que presentan un miedo generalizado a casi todas las situaciones sociales, por lo que el nivel de sufrimiento e interferencia en aspectos laborales y sociales es muy incapacitante, y la fobia social se denomina generalizada.
La baja autoestima y un miedo excesivo a las críticas, parecen aumentar la vulnerabilidad de padecer el trastorno, así como una educación muy centrada en las críticas y en el «qué dirán».
No se debe confundir la ansiedad social normal con la fobia social. De hecho el temor a hablar en público o la ansiedad ante ciertas situaciones de evaluación parecen ser bastante frecuentes en la población general. Sólo cuando los comportamientos de evitación interfieren marcadamente en el desempeño laboral, social y académico de la persona, se debe sospechar que se padece una fobia social.
En cuanto al tratamiento psicológico de este trastorno hay dos aspectos que son centrales. Por una parte, y de forma inicial, el tratamiento comienza con técnicas de exposición a situaciones sociales simuladas y graduadas por nivel de dificultad, con el fin de conseguir habituación y descondicionamiento de los síntomas de ansiedad. Tal vez la mejor condición para el tratamiento de este tipo de fobia sea en situación de grupo, haciendo representaciones de situaciones reales en las que el nivel de dificultad depende del número de personas presentes, el tipo de tarea (por ejemplo mantener una conversación o hablar delante de dos o tres personas), y las conductas de las personas presentes que pueden ser dificultosas para el paciente (gestos de aprobación, de desaprobación, críticas, muestras de aburrimiento, etc.). Estos componentes, es decir, el número de personas, el tipo de tarea, y la actitud complaciente o crítica se manejan y varían para realizar una jerarquía que va desde situaciones más fáciles a más difíciles a las que el paciente va enfrentándose.
Otra parte central del tratamiento son las instrucciones que se dan al paciente en cuanto a cómo manejar su ansiedad y conductas de evitación en situaciones sociales de su vida cotidiana.
Los temores del paciente durante las sesiones de terapia de exposición, sus pensamientos negativos y catastróficos con respecto a su actuación, y relacionados con el temor a las críticas, representan un componente central del tratamiento psicológico. Para ello se utilizan técnicas de reestructuración cognitiva , donde el terapeuta discute con el paciente en términos de la lógica de los pensamientos y sentimientos. Pensamientos realistas alternativos, y conductas más apropiadas para la situación, son revisados por el paciente y el terapeuta.
Cuando la fobia social es incapacitante y se ha establecido, es complicado resolverla por uno mismo sin acudir a la ayuda de un profesional de la salud mental.
Si observamos una tendencia a la evitación de situaciones sociales, aparentemente sin importancia porque no nos crea incapacitación, pero evitamos porque no nos gustan o nos molestan (por ejemplo, hablar por teléfono, pasar por donde se encuentran sentadas otras personas, hacer una pregunta en público, etc.), ello puede indicarnos una vulnerabilidad. En estos estadios de predisposición, donde la incomodidad producida por enfrentarse a situaciones evitadas es mínima, lo recomendable es forzarse al enfrentamiento a ellas. Si, por no pasar por delante de la terraza de una cafetería en la que se encuentran sentadas otras personas, usted da un rodeo, no lo dé y fuércese justo a pasar por donde no quiere.
En la actualidad, el tratamiento psicológico de la fobia social en combinación con el tratamiento farmacológico, hacen que el pronóstico para este trastorno sea bastante prometedor.
(La Fobia Social, parte II)