¡Síganos!  

Conducta suicida en las Personas Mayores

Isabel Carrasco. Área de Asistencia Psicológica en la Personas Mayores.

1.     Introducción

Todos los estudios sobre el suicidio demuestran que las personas mayores tienen la tasa más alta de suicidio y la más baja de intentos. Existiendo una tendencia ascendente en los últimos diez años que  hace que muchos autores se planteen el suicidio en la edad avanzada como una nueva epidemia que es necesario controlar y prevenir.
Sin embargo, y a pesar de la gravedad del asunto, el suicidio en el anciano normalmente ha sido considerado como algo «lógico o justificable», sin tener en cuenta que en muchas ocasiones es tan o más evitable que en  las personas más  jóvenes.
Pero, no sólo es preocupante la tasa de suicidios consumados entre los mayores sino que además es frecuente encontrar el llamado «suicidio silencioso»  o «síndrome de deslizamiento» (Carbonell 1985) en el que la persona rechaza los alimentos y los cuidados médicos, haciendo que se abandone hasta dejarse morir. El suicido silencioso es tan letal como el activo, la intención de morir es la misma, lo que cambia es el medio.
En España, los ancianos realizan sólo 1 de cada 20 intentos leves, frente a 1 de cada 7 intentos graves y 1 de cada 3 ó 4 suicidios consumados (Nieto y cols. 1992). Esto nos permite afirmar que las personas mayores tienen propósitos más firmes de morir y utilizan medios más letales.
Una característica de la conducta suicida en el mayor es que el 86% de los casos que se suicidan no reciben tratamiento psiquiátrico (Catell- Jolley 95). Es decir, que los mayores no comunican sus intenciones de suicidarse,  apenas  verbalizan sus sentimientos de desesperanza y no buscan ayuda para mejorar su malestar. Evidentemente, esto dificulta muchísimo la posibilidad de prevenirlo.

2.  Factores de riesgo de la conducta suicida en la vejez

Hay una serie de factores de riesgo, es decir de condiciones de orden personal o circunstancial que pueden dar indicios sobre la posibilidad de que se dé una conducta suicida en un individuo, Sin embargo, y si queremos ser realista, es difícil por no decir en muchos casos imposible, predecir el suicidio. No obstante, para poder hacer un diagnóstico precoz y prevenir el suicido en los mayores, los clínicos y profesionales de la salud deben conocer y saber evaluar todos estos factores.
2.1.- Edad Avanzada
En los países industrializados, las tasas de suicidios consumado se incrementan con la edad, siendo las personas mayores de 65 años, edad «oficial» de la jubilación y por tanto de  consideración de «anciano» la que mayor número de suicidios presenta.
En España, las tasas de suicidio publicadas por el I.N.E. sobre un estudio de 1993 confirman este dato. La franja de edad  comprendida entre  60 años y más, es la que mayor tasa de suicidios consumados presenta con respecto a los otros grupos de edad.
2.2.- Sexo Masculino
Cerca el 80% de los suicidios son efectuados por hombres. Por cada suicidio femenino se producen tres o cuatro en varones. Sin embargo, son las mujeres las que presentan un mayor riego de intentos de suicidio, siendo tres veces superior a la de los hombres (Kaplan, SadocK, Grebb 1994).
No existe ninguna teoría que explique de forma satisfactoria esta diferencia, aunque hay autores como Miller (1979) que defienden que en las sociedades industrializadas la jubilación y el deterioro físico son vividos de forma más negativa y destructiva por el hombre que por la mujer.
2.3.- Antecedentes Familiares Suicidas
La existencia de suicidios de personas cercanas o en el núcleo familiar aumenta el riesgo de suicidio. Este riesgo parece ser el resultado de heredar un trastorno psicológico, especialmente afectivo y sobre todo puede ser el producto de un aprendizaje familiar en el que se aprenden unos modelos determinados: el riesgo de suicidio aumenta por el antecedente familiar de «suicidio positivo»,  es decir, utilizan el suicidio como  una forma adecuada para resolver los problemas.
2.4.- Viudedad reciente o Pérdida de un ser querido
La muerte de  familiares, personas muy cercanas y sobre todo de la pareja puede funcionar como precipitante de la conducta suicida. Las circunstancias que rodean la muerte de la persona y el tipo de relación que se guarda con ella va a determinar cómo se experimente el proceso de duelo. Si el duelo se complica surgiendo una depresión mayor aumenta el riesgo de suicidio.
El riesgo de suicidio en los viudos es 3´3 veces mayor que el de los casados. Mientras que en la viudas no se encuentra una puntuación significativa frente a las casadas. Esto hace que el grupo de viudos ancianos sea  un objetivo principal en la prevención del suicidio, sobre todo el primer año de viudedad.
2.5.- Vivir solo
Estudios de Catell y Jolley (1995) demostraron que el 49% de los mayores que se suicidaron vivían solos. Barraclough (1971) defendió que la variable social que mejor correlaciona con la conducta suicida era vivir solo. No obstante, muchos mayores viven solos y no se suicidan. Esto es porque además de vivir solos parecen determinantes las condiciones de vida del mayor y la protección social que tiene.
En nuestro país, el número de ancianos que viven solos es todavía inferior al resto de los países europeos, pero el número se va incrementando notablemente en los últimos años con la incorporación de la mujer al ámbito laboral, que hasta ahora era la  encargada del cuidado del mayor.
Se ha demostrado que uno de los síntomas que se mantiene durante más tiempo después de la pérdida de la pareja es el sentimiento de soledad que unido al vivir solo hace más posible la conducta suicida.
2.6.- No estar casado
Las personas solteras, separadas y viudas se suicidan más que las casadas. Entre las personas casadas existe una mayor incidencia entre las que no tienen hijos (Maris, 1992). Pero la variable estado civil no explica por sí sola el aumento o no del suicidio sino que está relacionada con otras como la edad, el aislamiento social y el sexo. (Sarró y de la Cruz  1991)
2.7.- Estar aislado socialmente
Ya Durkheim (1976), en el siglo pasado habló de la relación entre suicidio e integración social, a menor integración mayor riesgo de suicidio. Cuando hablamos de falta de integración o aislamiento social nos referimos a la falta de  relación con otras personas. Se ha comprobado que la falta de amigos, la poca relación con familiares, una vida en soledad, etc. es frecuente en los sujetos que se suicidan. Los mayores son el grupo de edad que presenta un mayor riesgo de  desvinculación social dada la falta de recursos económicos y sociales y el padecimiento continuado de enfermedades somáticas que les limitan en sus funciones diarias.
2.8.- Cambio de casa reciente
El abandonar o cambiar de casa es un factor de estrés para las personas mayores. Este cambio se produce normalmente para vivir con familiares, principalmente con los hijos o para ingresar en una residencia. Los miedos y fantasías que se producen antes de cambiar de residencia se han presentado como una variable que puede generar una conducta suicida. Por ello, antes de tomar la decisión de cambiar de casa al mayor hay que valorarlo con calma y sobre todo hacer partícipe de la decisión al interesado, así como prestar una especial atención a las modificaciones del comportamiento del anciano antes y después del  cambio.
2.9.- Deseos expresos de hacerse daño y Amenazas de suicidio
Uno de los más importantes indicadores de riesgo de suicido es la existencia de ideas y amenazas suicidas. Un error muy habitual  respecto al suicidio que comenten muchos  familiares, amigos e incluso profesionales, es la creencia de que la persona que habla de suicidio no lo realizará nunca. La realidad, es todo lo contrario, la mayoría  comunican de alguna forma su intención de morir a las personas que le rodean, y casi un 70% visitan a su médico semanas antes de suicidarse. Precisamente, una diferencia que remarca la gravedad del suicidio en los mayores es, como ya hemos indicado, que comunican menos su intención y apenas un 14% reciben asistencia psiquiátrica (Catell y Jolley 1995).
En muchos casos la visita no programada a un servicio médico e incluso psiquiátrico puede significar el intento de pedir ayuda de una forma desesperada.
2.10.- Los intentos previos
La existencia de intentos previos aumenta el riesgo de suicidio en el futuro. Alrededor de un tercio de las personas que consumaron el suicidio lo habían intentado antes (Freemann y Reinecke, 1995).  En muchos casos, estos intentos son una forma de conseguir ayuda, de ser tenidos en cuenta, más que un intento real de terminar con su vida. No obstante, siempre hay que prestarles atención puesto que muchas de estas personas terminan muriendo.
En relación con el tema, habría que señalar que en la población mayor el suicidio se consigue con mayor frecuencia en un primer y único intento, lo que hace imposible detectar y prevenir a partir de un intento la conducta suicida. Con lo que sí podrían trabajar es con la ideación que estuvo antes del intento.
Se cree que las tentativas disminuyen con la edad porque la persona utiliza métodos más letales,  es más vulnerable físicamente a las auto-agresiones, comunica menos su intenciones suicidas y sobre todo porque vive el suicidio como una alternativa final frente a las situaciones de pérdida vital. Ven el suicidio como la única solución.
2.11.- Quejas persistentes de insomnio y síntomas físicos sin causa orgánica
Quejas continuas de insomnio, pérdida de peso, anhedonía  y especialmente, ideas  hipocondriacas son síntomas frecuentes en los mayores suicidas. De  Alarcón (1964)  encontró un riesgo de suicido tres veces mayor en los mayores deprimidos que tenían trastornos hipocondriacos de los que no lo tenían.
2.12.- Enfermedad crónica. Enfermedad terminal con dolor no tratable
Sufrir una enfermedad crónica y más si supone incapacidad para el mayor es un factor de riesgo para el suicidio. Alrededor el 65% de los mayores que se suicidan padecen alguna enfermedad somática (Catell y Jolley, 1995)
2.13.- Alcoholismo
En la población general, el alcoholismo es el segundo factor de riesgo en importancia  para conducta suicida. El alcoholismo puede facilitar el suicidio o puede convertirse en una forma de conducta suicida crónica. Independientemente de que exista dependencia,  el consumo de alcohol incrementa el riesgo de suicidio. Se han encontrado que entre el 20-64%  de los suicidas tienen alcohol en la sangre.
En los mayores, sobre todo en los hombres, el consumo de alcohol  es un problema importante, las razones que suelen explicar este consumo son la situación personal: problemas en el estado de ánimo, soledad, su estado de salud, dolor y escasez de recursos económicos.
2.14.- Cogniciones depresivas como culpa, indefensión, etc.
Al igual que la ideación suicida, las ideas de culpa,  de incapacidad personal, merecimiento de la situación de malestar, de retraimiento social son características de la conducta suicida en el mayor.

3. Indicadores que anteceden al intento de suicidio en el mayor

Aunque el suicidio en las personas mayores puede parecer un acto impulsivo, normalmente está  premeditado y planificado. Aún así, es muy difícil prevenir el momento concreto en el que se va a realizar. Los familiares suelen comentar que el sujeto no se mostraba de forma diferente el día del intento, ni tenía comentarios sobre su futuro o estado de ánimo distinto a los habituales. La situación final que lo desencadena puede ser un acontecimiento nimio visto desde fuera, pero que para el mayor tiene una gran importancia: un comentario de desaprobación, no ser capaz de realizar cualquier tarea, etc.
En realidad, su forma de reaccionar es un indicio de su grado de desesperación. Es decir, un acontecimiento adverso por insignificante que sea, en una persona con claras y continuas ideas suicidas puede actuar como la «última gota que rebosa el vaso».
Sin embargo, existen unos indicadores previos a la conducta suicida que pueden ayudarnos a preverla. Los más importantes son los siguientes:
3.1.- Interés sobre la muerte o el suicidio
Suele aparecer un interés especial sobre estos temas. Posiblemente porque la persona está recogiendo información sobre la forma o método más eficaz para conseguir su objetivo. Por ejemplo,  facilidad de conseguir asistencia médica urgente en el caso de que exista un intento, etc.
3.2.- Hablar sobre el suicidio
El hablar frecuentemente sobre el deseo de  morirse o desear matarse da indicaciones sobre un posible intento. Es habitual que diga directamente o indirectamente que quieren morir. Utilizan expresiones como: «ya no puedo más», «No estoy dispuesto a seguir así más tiempo», «Todo es inútil, no tengo ya solución»….
3.3.- Despedidas extrañas
Las conductas de despedidas de familiares y amigos es una evidente manifestación de un posible intento. (Shneidman, 1993). Las despedidas pueden ser verbales; habla sin venir a cuento como si fuese a marcharse de viaje: «cuidad de mis cosas» «os quiero mucho» «me imagino que no os volveré a ver», «Os agradezco lo habéis hecho por mi»  etc. también pueden llamar por teléfono a antiguos amigos que hace años que no ve o escribir cartas de despedida, notas,  etc.
3.4.- Realización o cambio de testamento
Suelen hacer reparticiones de sus bienes, reorganización de las cuestiones financieras y realización o cambio del testamento. Es como un intento de dejar  todo en orden antes de su muerte.
3.5.- Conductas «sospechosas»
Entre las conductas «sospechosas» o inusuales en el comportamiento diario de la persona antes del intento están: la acumulación de medicamentos,  el interés en conocer cuáles son las dosis letales de dichos medicamentos, la reducción del contacto con las personas que le cuidan, los intentos de quedarse solo para comprobar si dispone del tiempo suficiente para poner en práctica su plan, la realización de una salida sin justificar a la farmacia o droguería o  visitar al médico sin cita previa.
3.6.- Posible mejoría o recuperaciones espontáneas
Hacemos referencia a la aparente  calma e incluso en muchos casos «euforia» y «alegría» que a veces presentan los suicidas los días anteriores a su muerte.  La persona presenta una aparente tranquilidad después de unos días de agitación y nerviosismo. Es habitual que los familiares comenten que el hecho les sorprendió, porque  en los días anteriores al suicidio lo veían mejor, más alegre e incluso eso les hizo estar menos pendiente. Esta engañosa tranquilidad se debe a que el individuo ya ha tomado una drástica solución.
Normalmente las personas con riesgo de cometer suicidio antes de realizarlo presentan una importante incertidumbre entre matarse o no, esta duda les genera un notable estado de ansiedad, por lo que se le ve nerviosos  e inquietos. Este estado de nerviosismo  desaparece cuando ya han tomado la decisión.

4. Suicidio y trastornos psicológicos

Diferentes trastornos psicológicos han sido identificados como los responsables de la conducta suicida en el mayor. La enfermedad mental es el factor de riesgo más importante de suicidio, especialmente la depresión, la esquizofrenia y el alcoholismo.
4.1. Depresión
De todos los trastornos mentales es la depresión la que está vinculada fuertemente con el suicidio y especialmente en los mayores,  ya que, entre el 60 y 90% de los mayores que intentan suicidarse tiene síntomas depresivos. De hecho, está considerada como la primera causa de riesgo. En general, los pacientes con depresión tienen cuatro veces más probabilidad de suicidarse que los que sufren cualquier otro trastorno psicológico, suicidándose  entre un 15-20% de las personas que sufren depresión.
En las personas de edad avanzada, los síntomas depresivos se caracterizan porque no suelen tener gran intensidad, lo que hace más difícil observarlos. Además, en muchos casos el episodio depresivo que le lleva al suicidio puede ser el primero que ha padecido la persona y no suele presentarse con síntomas psicóticos. Todo esto, hace relativamente difícil realizar un diagnóstico precoz que nos permita prevenir el intento.
Normalmente, es el año siguiente a la aparición de los síntomas, el que tiene más riesgo de suicidio.
Aunque en general, los mayores suelen presentar unos síntomas depresivos similares a los de resto de la población adulta, sí se ha encontrado algunas diferencias como: un mayor número de quejas somáticas, mayor presencia de síntomas hipocondriacos, menor humor deprimido, desesperanza, insomnio, mayor cronificación, menor frecuencia de sentimientos de culpa, mayor número de quejas de memoria más relacionadas con la depresión que con falta de memoria, y una mayor  vulnerabilidad a ser criticados, etc. ( Andrés y Bas 1999)
4.2. Esquizofrenia
El trastorno esquizofrénico por su mal pronóstico, por un continuado desgaste de los recursos personales, familiares y sociales que rodean a la persona que lo padece, por su cronicidad y sobre todo por la dificultad de encontrar tratamientos adecuados y eficaces, se ha presentado como una enfermedad mental directamente relacionada con el suicidio. Entre el 10 y el 15% de los suicidas son esquizofrénicos.
Entre los factores de riesgo de esta población aparecen la presencia de un síndrome depresivo, existencia de síntomas psicóticos negativos, recaídas frecuentes, gravedad de la descomposición psíquica y una medicación inadecuada.
Aunque tradicionalmente se ha dado mucha importancia a la aparición de alucinaciones auditivas que «ordenaban» el acto suicida y a las ideas delirantes paranoides de contenido persecutorio, los estudios más exhaustivos han demostrado que solo un 5 % de los suicidios esquizofrénicos presentan esta  sintomatología (Roy, 1982).  Es más bien la existencia de situaciones negativas y el aislamiento social lo que induce al suicidio.
Según Nyman y Jonsson (1986) en este grupo de riesgo hay dos tipos de suicidas: los tempranos, que son conscientes y realistas de la incapacitación que supone esta enfermedad y después de la aparición de los síntomas agudos se suicidan, y los tardíos, con un grave deterioro, principalmente en el ámbito social, que suele intentarlo tras alguna situación aversiva como pérdida de familiares, de su casa, etc.
4.3. Alcoholismo
El abuso de alcohol y sobre todo el alcoholismo es un problema de salud grave en la población mayor y  uno de los factores de riesgo de suicidio más importante. Se  ha encontrado que el 25% de los mayores que intentaron suicidarse habían consumido alcohol (Catell, 1988).
Independiente de ser consumidor compulsivo o no, la persona de edad avanzada que abusa del alcohol suele tener problemas depresivos. Y es, precisamente, esta combinación  entre alcohol y depresión la responsable de muchos actos autolíticos. Los síntomas depresivos pueden ser la causa de un trastorno depresivo subyacente o también los efectos del consumo de alcohol. Es importante, realizar un buen diagnóstico diferencial para realizar un adecuado tratamiento.

5. – Suicidio y enfermedades físicas

Existe una fuerte correlación entre las enfermedades somáticas y el suicidio. La enfermedad física supone un riesgo en la aparición de conductas autolíticas tanto por sí misma; ya sea por las características de la propia enfermedad, o  por el consumo de fármacos que son potenciadores de generar un estado depresivo y por tanto un mayor riesgo suicida;  como por la aparición de los trastornos depresivos,  que aparecen sobre todo, en  enfermedades crónicas, dolorosas o terminales.
En general, las enfermedades que supongan una alteración de la imagen corporal, una restricción funcional, que cursen con dolor crónico, que provoquen un miedo intenso, que presenten cualquier tipo de dependencia, y que interfieren notablemente en la visión, movilidad, habla y audición, incrementan la sensación de aislamiento y soledad en la persona por lo que aumentan el riego suicida.
Esta relación tiene un interés especial si hablamos de personas mayores, puesto que  son ellas las que poseen mayor número de problemas físicos. No obstante, esta asociación está determinada por otras variables como el sexo. La conducta suicida en enfermos físicos es más frecuente en hombres y aumenta con la edad.
No se han encontrado datos que determinen con exactitud cuáles son las enfermedades físicas que predisponen al suicidio, aunque sí se  ha observado que las enfermedades del sistema nervioso central, las neoplasias malignas, (se han encontrado 20 veces más frecuentes en suicidas que en la población general. Sainsbury ,1977) las alteraciones reumatológicas  y  las gastrointestinales son las que aparecen asociadas con mayor frecuencia.
5.1.- Enfermedades Neurológicas
5.1.1.- Parkinson
Entre el 40 -50 % de las personas que sufren esta enfermedad padecen un trastorno depresivo. Este trastorno afectivo se caracteriza en este tipo de pacientes por una mayor ansiedad y una menor auto-recriminación que en las personas con depresión primaria sobre todo en los que  presentan alteraciones en la marcha y bradicinéticas, más en los que presenta temblores. Es importante indicar que algunos medicamentos para el Parkinson pueden facilitar la aparición de síntomas depresivos.
5.1.2.- Demencia
Aunque como se sabe, en muchos casos, no es fácil realizar un diagnóstico diferencial entre demencia y depresión y no está clara la influencia de la demencia en comportamiento suicida, sí parece existir una posibilidad de suicidio en los primeros estadios de la enfermedad, disminuyendo progresivamente el riesgo a medida que avanza la demencia. E incluso  se ha llegado a demostrar que el déficit colinérgico que sufren las personas con Alzheimer puede protegerla de padecer una depresión grave y por tanto de suicidarse.
5.2.-Enfermedades reumatoides
Principalmente la artritis reumatoide, que se caracteriza por dolor crónico, que como ya hemos señalado es uno de los factores de riego más significativo en la conducta autolítica.  Si este dolor crónico va unido una incapacidad grave, progresiva y con deformaciones, se puede llegar a producir una alteración de la imagen corporal que influye directamente en la autoestima y en un mayor aislamiento social.
5.3.- Cáncer
La tasa de suicidios entre los pacientes con cáncer es 20 veces superior al resto de la población., siendo los hombres los que tienen más riesgo. Se ha encontrado que entre el 30 y 40% sufren depresión, por ello, y al igual en otras enfermedades físicas, la identificación y el tratamiento inmediato de la depresión son claves para reducir el suicidio. Normalmente el método más utilizado es la ingesta de analgésicos y sedantes y se realiza en la propia casa.
Parece ser, que es el cáncer oral, de faringe y del pulmón (asociado al consumo excesivo de tabaco y alcohol) y las neoplasias genitales, digestivas y mamarias son los directamente relacionados con el suicidio. No obstante, existen algunos factores de riesgo concretos en esta enfermedad que hace más probable la conducta autolítica. Estos son: tener la enfermedad avanzada, un menor tiempo de diagnóstico, (mas peligroso el primer año) no controlar bien el dolor, sufrir problemas físicos, amputación de algún miembro, pérdida de la movilidad, visión o el oído, incontinencia urinaria o incapacidad para comer o tragar.
5.4.- Enfermedades gastrointestinales
Dentro de las enfermedades gastrointestinales la úlcera péptica es la más encontrada en los suicidas. Este trastorno está relacionado con la prevalencia de alcoholismo. También, aunque en menor medida, la cirrosis hepática y la enfermedad de Crohn son enfermedades gastrointestinales relacionadas con el suicidio.
5.5. Enfermedades cardiovasculares
Entre el 10 y 15% de los casos de suicidios han presentado patologías cardiovasculares como el infarto de miocardio y la hipertensión arterial. Si previamente al padecimiento, los sujetos sufrían trastornos depresivos el riesgo de suicidio se incrementa significativamente. Un problema añadido  a este tipo de enfermedades es que el tratamiento se realiza con fármacos que provocan síntomas depresivos y conductas suicidas. Por lo que sería necesario buscar otro tipo de tratamiento médico, especialmente en las personas que tienen antecedentes depresivos.
6. Prevención de la conducta suicida en los mayores
En España, los programas de prevención del suicidio  en personas mayores son escasos, por no decir casi inexistentes.  Todavía,  no se  le ha dado la importancia que tiene.  Sin embargo, es muy posible que en los próximos años la tasa de suicidios en ancianos sea tan significativa como para buscar soluciones urgentes.
Para prevenir el suicido en el mayor la intervención no debe ser solo clínica, sino que debe incluirse dentro de una política sanitaria y social que mejore la calidad de vida de estas personas. Si tenemos en cuenta que el suicidio en la vejez es provocado generalmente por un trastorno depresivo y perfectamente tratable, una medida para prevenir este grave problema sería entrenar a los profesionales de la salud, especialmente a los médicos generales,  a detectar y diagnosticar este problema psicológico, para así  enviar a los pacientes al profesional de salud mental y tratar la depresión. Más aún, cuando se ha demostrado que un porcentaje altísimo de los mayores que se suicidan visitan a su médico semanas o días antes de realizar la intentona.
Por otro lado, una mejora de la asistencia  social y médica (ayuda a domicilio, tele-ayuda, tele-chequeo, atención telefónica durante la 24 horas del día)) a este grupo de población, donde como hemos visto en muchos casos viven solos, y por tanto no comunican sus problemas psicológicos,  puede  permitir un mayor contacto y acercamiento para solicitar ayuda  y prevenir así la conducta suicida. De Leo y cols (1995) demostraron que a través de la aplicación de estos procedimientos durante cuatro años, la tasa de suicidio  era siete veces más baja que en la población de mayores en general.
Con respecto a este tema, existen programas de prevención, desarrollados principalmente en los países nórdicos y anglosajones, que están dando muy buenos resultados. Por ejemplo,  el  «Programa Geriátrico Domiciliario», en el que se visita y se telefonea (por personal especializado) a los ancianos que están más aislados socialmente.  O el más novedoso, que consiste en poner en práctica un programa con la ayuda de negocios y organizaciones cuyos trabajadores están en contacto directo y  frecuente con los mayores; principalmente con los mayores que viven solos. Pueden ser empleados de bancos, conductores de ambulancias, cobradores del gas, carteros etc. que son formados y entrenados en detectar cualquier señal o síntoma que pueda indicar que el anciano necesita ayuda y derivarlo entonces a los servicios especializados.
Es decir,  que para prevenir el suicidio  en los mayores es necesario poner  en prácticas medidas que prevengan la depresión. Medidas que deberían controlar los factores de riesgo o situaciones estresantes características de esta época de la vida, como son los: (Jorm, 1995)

  • Factores relacionados con la salud. La detección precoz y tratamiento adecuado de las enfermedades médicas podría disminuir la depresión asociada a las enfermedades
  • Factores relacionados con aspectos sociales. La realización de programas de apoyo, con actividades gratificantes como viajes, juegos, visitas culturales, pertenecía a una asociación, realizar deporte etc. facilitan el desarrollo de las relaciones sociales y el incremento de las actividades placenteras lo que permite prevenir del trastorno depresivo. En este sentido, los programas de ayuda a domicilio, también nos permite reducir la aparición de la sintomatología depresiva, ya que por un lado da una mayor independencia al mayor (puede seguir viviendo en su casa a pesar de sus limitaciones) al ser ayudados a realizar las tareas domésticas y autocuidado y a la vez supone una disminución de la soledad y un contacto social.
  • Factores relacionados con la preparación profesional. La formación de los profesionales para que realicen programas de mejora en la calidad de vida (programas de entrenamiento en memoria, preparación para la jubilación, programas de actividades de la vida diaria, etc.) y para que sean capaces de detectar inicios de los problemas psicológicos, especialmente el depresivo, evitaría la complicación y cronificación de este tipo de trastornos.
  • Aspectos relacionados con factores personales. Hace referencia a las características individuales de los mayores que le hacen más vulnerables la aparición de un problema depresivo. Por ejemplo, la existencia de episodios previos de depresión generados principalmente por un estilo cognitivo negativo del mayor. Esta forma de interpreta y ver la vida puede ser detectada e intentar modificarla a través de las técnicas cognitivas-conductuales. Para ello se necesitan especialistas que sepan realizarlo.

Resumiendo,  una intervención idónea de las enfermedades físicas, una adecuación del nuevo rol social y laboral del mayor que le haga sentir útil y con reconocimiento social, una buena implantación de redes sociales que le permitan superar la pérdida de los seres queridos y un tratamiento adecuado del alcoholismo, depresión, etc. por psicólogos especialistas, son los mejores métodos preventivos de la conducta suicida en el mayor.
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