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La importancia de nuestros propios pensamientos en los problemas de convivencia en pareja: Una reflexión

Ángeles Sanz Yaque, experta en intervención psicológica y mediación en los conflictos de pareja, publica la siguiente reflexión en el reportaje que recoje la revista Luna y Sol.
Hoy día vivimos sometidos a muchas más presiones de las que nos marcan las grandes campañas publicitarias en cuanto a lo que es recomendable consumir, nuestros desarrollos profesionales, y el estilo de vida más adecuado, Nos referimos a las creencias o las expectativas sobre nuestra vida emocional que de una manera sutil, nos marca la sociedad el momento actual. En general no podemos hablar de que sean correctas o incorrectas, pero sí de su existencia y de la influencia que ejercen en nuestra estabilidad y felicidad personal. Así cuando nos planteamos la educación de nuestros hijos nos volcamos en encontrar en mejor colegio, los mejores amigos, las actividades do ocio que le permitan un mayor desarrollo personal… olvidándonos de nosotros mismos de nuestra manera de querer, de nuestro cansancio, de nuestros propios valores e inquietudes, con tal de que ellos tengan una mejor vida que nosotros……Lo mismo ocurre en nuestras relaciones de pareja. En este sentido son muchas las relaciones que se llegan a deteriorar por no conocer y/o darse cuenta del papel que dichas expectativas tienen en la vida cotidiana.
Cada persona se ha formado en un contexto único e irrepetible, tiene sus costumbres, sus manías, sus cualidades aprendidas en una familia concreta y a lo largo de su vida emocional. Toda esa carga afectiva probablemente aparezca en algún momento de la convivencia.
Es probable que la carga de lo bueno aparezca en los contextos agradables, de ahí que, al inicio de la relación todo resulte atractivo, uno se vuelque totalmente en dar lo mejor de sí mismo sin esperar nada a cambio. Pero también es cierto que la carga de lo malo aparezca en los momentos más crispados y conflictivos. De ahí que cuando estamos bien todo va sobre ruedas y casi no nos damos cuanta de lo fácil que nos resulta la convivencia, pero cuando surge una discusión parece que todo está mal, que la relación no tiene futuro y en, no pocos casos, empiece a rondar por la cabeza ideas en torno a las preguntas: si las cosas son así, ¿qué puedo esperar yo de esta relación, no sería mejor separarme?
A partir de este momento vamos a analizar nuestra convivencia con arreglo a nuestros pensamientos, a nuestras creencias y sobre todo a las expectativas que nos hemos forjado y que dirigen implacablemente nuestra atención.
Si pensamos en lo que «no tenemos en nuestra relación», en lo que «no recibimos del otro», nuestro estado de ánimo va a ser negativo y nos va a llevar a realizar críticas constantes, a tener una sensación interna de oculta venganza contra en otro. Cuando esta situación se mantiene es cuando muy probablemente vayan a aparecer verdaderos problemas en la convivencia. Situaciones concretas en las que constamos este funcionamiento pueden ser por ejemplo las que pasamos a comentar.
Si vamos a salir de vacaciones y nuestros intereses no coinciden, creemos que es preferible no plantear el tema para no tener una bronca y así se evita el tema con no poca tensión. Cuando llega la fecha en la que es inevitable tomar una decisión, las tensiones y los miedos que están a flor de piel afloran y muy probablemente la discusión y desacuerdo contaminen la comunicación dificultando un posible acuerdo. Cada uno cerrado en su posición y no cediendo por miedo a perder la batalla.
Posible creencia: Tendríamos que estar de acuerdo en los temas de nuestra convivencia que (para mí) son importantes. Como este no es nuestro caso ¿hasta que punto me entiende, no se da cuenta de lo que quiero, no sería mejor separarme?
Si llego a casa especialmente cansada/o y desearía que me achuchara un poco, incluso que acostara pronto a los niños, y el otro no lo hace, la probabilidad de que yo me sienta mal, me tense y pueda saltar más fácilmente es muy alta. En mi cabeza empiezan a aparecer ideas del tipo: «cada vez hace menos o nada de lo que quiero, no le importo lo suficiente, sólo hace lo que le quiere, es muy egoísta, luego ¿hasta que punto me compensa esta pareja, no sería mejor separarme?
Posible creencia: Deberíamos compartir todos los trabajos domésticos al cincuenta por ciento ya que trabajamos los dos y los hijos son de los dos.
Si quiero que se acerque a mi y me muestre lo mucho que me quiere, me de un beso o un abrazo y casi ni me mira ni me toca, es que ya no le gusto como antes, es que estamos perdiendo la chispa, la química y todo es una pura rutina, luego, si no me da el afecto que necesito…………..
Posible creencia: mi pareja que me quiere, me tiene que dar el afecto que necesito cuando lo necesito y de forma espontánea, ya que si no es así, no vale lo mismo.
Cuando por fin, estamos juntos y en casa tranquilos, sin ninguna obligación pendiente, y tú no propones nada para que hagamos o peor, sólo se te ocurre ponerte a hacer algo delo tuyo: ordenador, TV, llamar a tu familia, me siento mal y triste porque para el poco tiempo que tenemos libre no lo aprovechamos para nada.
Posible creencia: las parejas desean estar juntos y con lo complicado que es, cuando lo consiguen, se tienen que divertir haciendo actividades en común.
Si yo quiero ir con mis amigos al fútbol, de compras,…, el /ella debería ayudarme y cuando yo le pido que se quede con los niños mientras tanto, no debería ponerme condiciones porque parece que tengo que pagar un precio por algo que es de lo más normal. Casi prefiero no hacerlo y que no consiga lo que me pide a cambio, que al final siempre se sale con la suya.
Posible creencia: debería atender mis peticiones de manera altruista, no le debería costar ningún esfuerzo lo que le pido (que normalmente es bien poco)
Podríamos hacer una lista interminable que pusiera de manifiesto que muchas situaciones cotidianas se convierten en problemas de pareja no porque la relación esté mal o a punto de acabarse, sino porque no somos conscientes de que nuestros pensamientos juegan un papel decisivo en nuestra, emociones. Estos pensamientos se disparan de manera involuntaria cuando algo que pasa a nuestro alrededor afecta o «toca» alguna de nuestras creencias básicas.
Qué curioso resulta que todas estas posibles creencias que acabamos de comentar tengan en común una serie de expectativas en cuanto al papel que tiene que jugar el otro en nuestra felicidad. Así nos encontramos que:

  1. Es el/ella quien tiene que dar, quien tiene que ayudarnos, quien nos tiene que entender y ceder ante nuestras demandas afectivas. Y nosotros, ¿qué damos?, ¿cómo pedimos?, ¿qué estamos realmente esperando del otro?, ¿cuáles son nuestras verdaderas necesidades?
  2. El momento de la interacción lo manda mi necesidad, es ahora, mí ahora cuando necesito tu ayuda, tu cariño, tu presencia. Pero, ¿he tenido en cuenta cómo puedes estar tú en ese preciso momento?, ¿que insatisfacciones o demandas no tienes cubiertas?, ¿cómo te ha ido el día?
  3. La manera en la que se quiero recibir el apoyo, el cariño, la ayuda la marco yo. La aceptación del otro, de su estilo y forma de mostrar cuidado o cariño pasa a un segundo plano, si el/ella me viera en cuenta haría lo que deseo como sabe que me gusta y lo quiero. Pero ¿estoy segura de que pueda hacerlo?, ¿es capaz?, ¿lo ha hecho alguna vez?

Con esta pequeña reflexión parece claro que muchas de estas situaciones vienen marcadas por nuestra manera de pensar sobre la relación de pareja y sobre nuestra vida afectiva y juegan, en gran medida, un papel muy importante en nuestra propia felicidad. En base a esta realidad resulta muy importante conocernos a nosotros mismos con la suficiente profundidad como para establecer nuestras expectativas, nuestras creencias e ilusiones en la vida en pareja y así poder ponerlas en común con el otro para que se puedan conseguir y la relación vaya creciendo y avanzando en un futuro mejor.
Por otro lado, la vida en pareja implica poner en juego nuestras habilidades personales de negociación, de comunicación, de tolerancia y de aceptación, pero no del otro sino de nosotros mismos. De ahí que a pesar de las presiones que el entorno nos proporciona en cuanto a los estándares que la vida en pareja tiene que conseguir, podamos establecer unas buenas relaciones con nuestras parejas en las que la percepción de lo agradable prevalezca sobre aquellos aspectos negativos que la propia convivencia conlleva.

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