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LA IMPORTANCIA DE NUESTROS PROPIOS PENSAMIENTOS EN LOS PROBLEMAS DE CONVIVENCIA EN PAREJA: UNA FÁCIL REFLEXION

La importancia de nuestros pensamientos en los problemas de convivencia

Actualmente, vivimos sometidos a muchas presiones marcadas por la publicidad, las modas, los estilos de vida en cuanto a lo que es recomendable consumir, sobre el desarrollo profesional satisfactorio, el ocio, la manera de educar a nuestros hijos y la satisfacción en nuestras relaciones de pareja, entre otros muchos aspectos de nuestras vidas.
Pues bien, además de esta realidad, en nuestra vida afectiva vivimos muy influenciados por nuestras propias creencias o expectativas sobre el manejo de nuestras emociones y nuestras relaciones íntimas, especialmente la de pareja. Algunas de estas creencias están fundamentadas en el momento histórico en el que vivimos y la realidad social que nos envuelve, pero también y de una manera mucho más profunda, de nuestra propia historia y aprendizaje afectivo.
 
Así cuando nos planteamos la educación de nuestros hijos nos volcamos en encontrar en mejor colegio, los mejores amigos, las actividades de ocio que le permitan un mayor desarrollo personal… olvidándonos de nosotros mismos de nuestra manera de querer, de nuestro cansancio, de nuestros propios valores e inquietudes, con tal de que ellos tengan una mejor vida que nosotros y sea felices……
 
Lo mismo ocurre en nuestras relaciones de pareja. Cada persona se ha formado en un contexto único e irrepetible, tiene sus costumbres, sus manías, sus cualidades aprendidas en una familia concreta y según ha ido evolucionando, sus propias experiencias emocional. Toda esa carga afectiva va a ir apareciendo de manera espontánea e involuntaria en algún momento de la relación y sobre todo de la convivencia en pareja.
 
Es probable que todo el aprendizaje positivo aparezca en los contextos agradables. Al inicio de la relación todo lo positivo se dispara y las expectativas y creencias hacia el otro no son menos, todo resulte atractivo, uno se vuelque totalmente en dar lo mejor de sí mismo sin esperar nada a cambio.  Pero también es cierto que según van a pareciendo momentos negativos, conflictos o problemas entre ellos, la carga, el aprendizaje de las propias emociones negativas, también vaya apareciendo y estos conflictos se carguen de crispación, tensión y rabia.
De ahí que cuando estamos bien todo va sobre ruedas y casi no nos damos cuenta de lo fácil que nos resulta la convivencia, pero cuando surge una discusión todo lo bueno se esfuma, parece que todo está mal, que la relación con el otro resulta difícil y dañina y, en no pocos casos, empiece a rondar por la cabeza ideas como, si las cosas son así, ¿qué puedo esperar yo de esta relación, ¿qué me aporta de verdad? ¿por qué tengo que aguantar estas contestaciones?….¿no sería mejor separarme?
 
A partir de este momento vamos a analizar nuestra convivencia con arreglo a nuestros pensamientos, a nuestras creencias y sobre todo a las expectativas que nos hemos forjado y que dirigen implacablemente nuestra atención en un determinado sentido.
 
Si pensamos en lo que “no tenemos en nuestra relación”, en lo que “no recibimos del otro”, nuestra atención se dirige a percibir muy detalladamente esas carencias, por lo que nuestro estado de ánimo va a ser negativo y probablemente manifestemos más fácilmente las críticas o desatenciones del otro nos va a llevar a realizar críticas constantes, a dejar de mostrarnos cercanos y darle gratificaciones al otro. Si esta situación se mantiene muy probablemente vayan a aparecer verdaderos problemas en las interacciones, en la manera de relacionarse y por lo tanto, en la convivencia.
Pasamos a exponer algunas situaciones concretas que sirven como ejemplo para clarificar la importancia de los propios pensamientos subjetivos en el deterioro de la relación de pareja.
 
Si vamos a salir de vacaciones y nuestros intereses no coinciden, creemos que es preferible no plantear el tema para no tener una bronca y así se evita el ªtemaª aunque puntualmente aparezca una cierta tensión. Cuando llega la fecha en la que es inevitable tomar una decisión, las tensiones y los miedos que permanecían dormidos afloran y el proceso de decisión se complica tanto que no hacen más que discutir, atacar al egoísmo del otro, retomar otras situaciones negativas que haya vivido y muy probablemente la discusión y desacuerdo se hagan cada vez más patentes por lo que un posible acuerdo parece un imposible. Cada uno cerrado en su posición y no cediendo por miedo a perder la batalla.
 
Posible creencia: Tendríamos que estar de acuerdo en los temas de nuestra convivencia que (para mí) son importantes. Las vacaciones lo son, además se queja de todo y luego esta tan contento/a, parece que hay que hacer siempre lo que el/ella quiera.
 
Si llego a casa especialmente cansada/o y necesitaría que me achuchara un poco, incluso que acostara pronto a los niños. El otro no lo hace, la probabilidad de que yo me sienta mal, me tense y pueda saltar más fácilmente es muy alta. Va a lo suyo, no le importa nada mi situación. En mi cabeza empiezan a aparecer ideas del tipo: “cada vez hace menos o nada de lo que quiero, no le importo lo suficiente, sólo hace lo que le quiere, es muy egoísta, luego ¿hasta qué punto me compensa esta pareja, no sería mejor separarme?
 
Posible creencia: Deberíamos compartir todos los trabajos domésticos al cincuenta por ciento ya que trabajamos los dos y los hijos son de los dos.
 
Si quiero que se acerque a mí y me muestre lo mucho que dice que me quiere, me de un beso o un abrazo y casi ni me mira ni me toca, es que ya no le gusto como antes, es que estamos perdiendo la chispa, la química y todo es una pura rutina, luego, si no me da el afecto que necesito…………..
 
Posible creencia: mi pareja que me quiere, me tiene que dar el afecto que necesito cuando lo necesito y de forma espontánea.
 
Cuando por fin, estamos juntos y en casa tranquilos, sin ninguna obligación pendiente, y tú no propones nada para que hagamos o peor, sólo se te ocurre ponerte a hacer algo de lo tuyo: ordenador, TV, llamar a tu familia, me siento mal y triste porque, para el poco tiempo que tenemos libre, no lo aprovechamos para nada.
 
Posible creencia: las parejas desean estar juntos y con lo complicado que es, cuando lo consiguen, se tienen que divertir haciendo actividades en común.
 
Si yo quiero ir con mis amigos al fútbol,o de compras, el /ella debería ayudarme y cuando yo le pido que se quede con los niños mientras tanto, no debería ponerme condiciones porque parece que  tengo que pagar un precio por algo que es de lo más normal. Casi prefiero no hacerlo y que no consiga lo que me pide a cambio, que al final siempre se sale con la suya.
 
Posible creencia: debería atender mis peticiones de manera altruista, no le debería costar ningún esfuerzo lo que le pido (que normalmente es bien poco)
 
Podríamos hacer una lista interminable que pusiera de manifiesto que muchas situaciones cotidianas se convierten en problemas de pareja no porque la relación esté mal o a punto de acabarse, sino porque no somos conscientes de que nuestros pensamientos juegan un papel decisivo en nuestra, emociones. Estos pensamientos se disparan de manera involuntaria cuando algo que pasa a nuestro alrededor afecta o “toca” alguna de nuestras creencias básicas.
 
Resulta curioso que todas estas posibles creencias que acabamos de comentar tengan en común una serie de expectativas en cuanto al papel que tiene que jugar el otro en nuestra felicidad. Así nos encontramos que:
 
1- Es el/ella quien tiene que dar, quien tiene que ayudarnos, quien nos tiene que entender y ceder ante nuestras demandas afectivas. Y nosotros, ¿qué damos?, ¿cómo pedimos?, ¿qué estamos realmente esperando del otro?, ¿cuáles son nuestras verdaderas necesidades?,…….
 
2- El momento de la interacción lo manda mi necesidad, es ahora, mí ahora cuando necesito tu ayuda, tu cariño, tu presencia. Pero, ¿he tenido en cuenta cómo puedes estar tú en ese preciso momento?, ¿que insatisfacciones o demandas no tienes cubiertas?, ¿cómo te ha ido el día?, etc.
 
3- La manera en la que se quiero recibir el apoyo, el cariño, la ayuda la marco yo. La aceptación del otro, de su estilo y forma de mostrar cuidado o cariño pasa a un segundo plano, si el/ella me viera en cuenta haría lo que deseo como sabe que me gusta y lo quiero. Pero ¿estoy segura de que pueda hacerlo?, ¿es capaz?, ¿lo ha hecho alguna vez?,
 
Con esta pequeña reflexión parece claro que muchas de estas situaciones vienen marcadas por nuestra manera de pensar sobre la relación de pareja y sobre nuestra vida afectiva y juegan, en gran medida, un papel muy importante en nuestra propia felicidad.  En base a esta realidad resulta muy importante conocernos a nosotros mismos con la suficiente profundidad como para establecer nuestras expectativas, nuestras creencias e ilusiones en la vida en pareja y así poder ponerlas en común con el otro para que se puedan conseguir y la relación vaya creciendo y avanzando en un futuro mejor.
 
Por otro lado, la vida en pareja implica poner en juego nuestras habilidades personales de negociación, de comunicación, de tolerancia y de aceptación, pero no del otro sino de nosotros mismos. De ahí que a pesar de las presiones que el entorno nos proporciona en cuanto a los estándares que la vida en pareja tiene que conseguir, podamos establecer unas buenas relaciones con nuestras parejas en las que la percepción de lo agradable prevalezca sobre aquellos aspectos negativos que la propia convivencia conlleva.
 
Angeles Sanz Yaque

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