Existe una novela de Rosa Montero cuyo título representa perfectamente el concepto del duelo. Esta autora titulaba su propia experiencia y disertación sobre este doloroso fenómeno como
“La ridícula idea de no volver a verte”.
Este sencillo título engloba de forma muy gráfica la idea del duelo. El duelo es el proceso de aprender a vivir sin una persona (sin una situación, sin un trabajo, sin un animal, etc.). Pero, además, es un proceso emocional que a veces linda con el ridículo, con la idea absurda de que de un día para otro una persona (o realidad) no está en este mundo, ni volverá a estar. Es por eso por lo que no podemos medir el tiempo exacto que tardaremos en aprender a vivir en una realidad en la que esa persona importante ya no existe. Como todos los procesos de aprendizaje tendrá aspectos personales, aunque todos sentimos el dolor de la pérdida y todos aprendemos a vivir con ella, cada persona lo hace a su tiempo y manera.
Por un momento imagina que te despertases sin tu mano dominante. Sería imposible acostumbrarse rápido a su ausencia. Mientras lees este texto, habrás usado de forma involuntaria la mano múltiples veces; quizá te has rascado la cara, te has colocado el pelo, te has mordido las uñas, etc. Sin tu mano, todas estas acciones no las podrías hacer. Una vez que desaparece, cada vez que, de forma inconsciente, tirases de tu mano para realizar cualquiera de ellas, tomarías conciencia de su ausencia, y esto conllevaría emociones desagradables pero necesarias. Miedo ante lo desconocido, ¿cómo voy a hacer ahora las cosas sin mi mano?); tristeza, al saber que ya nada volverá a ser como antes; rabia, ante la injusticia y la mala suerte que ha conllevado la pérdida de ese miembro tan importante para tu día a día (no es como perder una uña); y así muchas otras emociones y sentimientos. Si reflexionamos sobre esto, podemos entender que, cualquiera de nosotros tardaríamos en aprender nuevas estrategias para suplir a nuestra mano y que el proceso sería doloroso emocionalmente.
De hecho, existe un fenómeno conocido como miembro fantasma que tiene lugar en muchos casos de amputaciones. Donde las personas que han perdido alguna extremidad son capaces de sentir dolor y sensaciones en esa extremidad a pesar de su inexistencia. Esto se debe, entre otras razones, a que el cerebro sigue teniendo una representación gráfica real de esa parte del cuerpo. Es decir, dentro del cerebro, muchas neuronas se han especializado en crear conexiones para interpretar toda la información que antes llegaba de esa porción del cuerpo. Ahora, siguen existiendo, no vana a cambiar su “trabajo” en una semana, ni en un mes, tardan mucho tiempo. Pero logran encontrar nuevos desempeños. Pues ahora pensemos en que en lugar de una parte de nuestro cuerpo nos quitan a alguien, no podemos arrancarnos la representación que tenemos de esa persona, por muy doloroso que haya sido el proceso de perderla.
Es por esto por lo que, la próxima vez que te encuentres sumergido dentro de un duelo, permítete el dolor, permítete tardar tiempo en encontrar un nuevo espacio, permítete sentir el ridículo de la perdida y para de regañarte por estar tardando mucho en lograr aprender a vivir sin esa persona (o realidad).
Todo aprendizaje requiere su tiempo.